El México que queremos

Necesitamos formular nuevas utopías para la evolución de México. Tenemos que atrevernos a pensar en grande como lo hicieron algunas de las generaciones que nos antecedieron. Tenemos que generar nuevos proyectos en todos los órdenes de nuestra vida social. Tenemos que creer en la posibilidad de un mundo mejor, de un país mejor, con menos injusticias, con menos marginación y exclusión, con menos indigencia, con más bienestar y seguridad para todos, con más igualdad social, económica y cultural. Tenemos que creer que es posible una sociedad donde el ser humano sea lo más importante, donde los bienes y consideraciones materiales estén subordinados al bienestar de los ciudadanos. Tenemos que creer que es posible cambiar el actual estado de cosas, porque no están funcionando adecuadamente. Tenemos que reformularnos y modificar nuestros esquemas mentales.

Es hora de que todas las fuerzas políticas del país tengan altura de miras para pensar en la nación más que en los intereses partidistas, por legítimos que éstos sean. La tarea es colectiva.

El México que queremos debe contar con una sociedad más democrática, siempre se puede avanzar al respecto. Siempre se puede contar con gobiernos más legítimos pero también más capaces, con una mejor distribución de los poderes y una federación fortalecida desde sus bases.

El México que queremos implica una sociedad abierta y moderna donde el conocimiento sea valorado, donde la cultura sea preservada, donde los jóvenes no tengan que exigir que se les regrese la esperanza. Donde los niños no mueran por causas que son absolutamente prevenibles. Donde los jóvenes tengan un futuro claro, con oportunidades educativas, laborales y recreativas. Donde los adultos mayores tengan tranquilidad, seguridad y servicios médicos adecuados y de calidad. Donde no haya exclusión y todos puedan desarrollar sus capacidades mediante el acceso a todo tipo de bienes y servicios. Donde no exista hambre ni pobreza extrema.

Queremos un México donde se viva en paz, sin los niveles alarmantes de violencia que estamos experimentando, donde se pueda transitar libremente y con seguridad por todos los caminos del territorio nacional. Necesitamos recuperar la paz y la armonía. Necesitamos que predomine el Estado de derecho, que se abata la corrupción y la impunidad, que el sistema de justicia funcione de manera expedita y equitativa. Necesitamos más mecanismos e instancias para la solución de los problemas mediante el diálogo, la tolerancia y el respeto a la diversidad y la pluralidad.

El México que queremos, por supuesto, es un país menos desigual, es un país donde las brechas sociales y económicas no deben tener las insultantes magnitudes de hoy.

El país también requiere de reformas en diversos ámbitos que no serán posibles sin la participación de los principales partidos políticos, además de otros sectores de la sociedad. En el sector laboral, en el ámbito fiscal y hacendario, en cuanto a la justicia y la seguridad.

En todos éstos hay posiciones encontradas tanto sobre los objetivos como sobre la manera de lograrlos. Por ello es necesario que se abandonen las posiciones de “todo o nada”. Que recuperemos la política como el arte de negociar, ceder en algunos puntos para ganar en los más importantes.

La reforma que debemos hacer es la de cambiar el paradigma del desarrollo y poner el énfasis en el conocimiento. Debemos tener presente que sólo los países capaces de elevar el nivel cultural y educativo de su población; de hacer del conocimiento el motor de desarrollo económico y social; de reducir las desigualdades sociales y formar ciudadanos con sólidos valores, habilidades y destrezas, tendrán viabilidad en el concierto mundial.

Los próximos lustros serán cruciales para colocar a México en la senda hacia la sociedad del conocimiento o para situarlo frente a distancias que serán insalvables. En este terreno vamos contra el tiempo. Para esto se requieren grandes aportaciones, tanto públicas como privadas, y hacerlas sería la mejor inversión para el porvenir.