Su condición histórica y su relación étnica, social y económica


El analfabetismo es considerado uno de los principales problemas a resolver para combatir la pobreza a nivel mundial; está asociado con los altos índices de pobreza y marginación, así como con la migración y la diversidad etnolingüística. La población analfabeta se concentra en los espacios de extrema pobreza y marginación, pero también en la población migrante en sus diversas modalidades. Tiene un gran causal en la diversidad etnolingüística que caracteriza a un gran número de países en desarrollo y aquellos que han alcanzado un bienestar social y económico; es un asunto complejo que requiere ser abordado desde distintos puntos de acción y con la participación de múltiples agentes a nivel nacional y mundial.

En los acuerdos internacionales es un tema prioritario que se ha incorporado en las agendas de los gobiernos, y su erradicación significa también mejorar la calidad de vida de las poblaciones, al crear entornos que permitan a los individuos y a las comunidades tomar decisiones que beneficien sus condiciones de existencia.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y en la Convención sobre los Derechos del Niño, se reconoce el derecho inalienable de toda persona a la educación. Es un derecho que aún se niega a la quinta parte de la población adulta en el mundo; sin embargo es la base para alcanzar el objetivo primordial de reducir la pobreza y el acceso a otros derechos.

Definido como tal, para la población adulta el analfabetismo es la máxima carencia educativa y está asociado a la persistente incapacidad de incorporar a la población al sistema de instrucción formal. Los actuales adultos analfabetos son niños que en su momento fueron excluidos del sistema educativo de su país.

El rezago educativo de la población adulta, cuya expresión más extrema es el analfabetismo, es un fenómeno histórico enmarcado por las características, posibilidades y limitaciones del desarrollo socioeconómico de cada país y región; tiende a reproducirse en la medida en que determinados sectores de la población infantil no acceden al sistema educativo nacional en la edad correspondiente. Por lo tanto requiere de estrategias paralelas de atención a la población adulta, y de la incorporación de toda la población infantil en edad escolar al proceso educativo.

Actualmente, en el mundo, la población analfabeta asciende a 793 millones y las tasas más altas se ubican en África y Asia; por su parte, en América Latina y el Caribe se encuentra 4.6%, es decir más de 36 millones de ellos (UNESCO, 2010). El analfabetismo está asociado a la extrema pobreza y la marginación, por lo que la población analfabeta se concentra en los países y regiones periféricas (África, Asia y América Latina). Dos terceras partes de los analfabetos en el mundo son mujeres (más de 520 millones) y pertenecen a la población rural. Sólo en Asia se encuentra más de la mitad del analfabetismo mundial.

Existen dos perspectivas para analizar históricamente el analfabetismo. Una de ellas consiste en la segmentación de las sociedades en clases y estamentos, de ahí que el analfabetismo se considere como el resultado de una interacción de clases sociales entre los beneficiados de un entorno económico favorable y las clases menos favorecidas.

La otra perspectiva estriba en la aculturación de una sociedad por otra; guerras de conquista y dominación que durante el proceso de imposición de una cultura sobre otra, implantan costumbres y un lenguaje, oral y escrito que deja a los dominados en un estado de indefensión cultural, tal como fue el caso del periodo colonial en los siglos XVI, XVII y XVIII en nuestro país.

La alfabetización mejora las condiciones de vida de las personas, familias, comunidades y naciones, además de ofrecerles la posibilidad de acceder a beneficios que, a la par de otras acciones de desarrollo, elevan su nivel y calidad de vida. Aunada a eso, los padres instruidos que se han beneficiado de una educación formal o de programas educativos para adultos, tienen mayores posibilidades de enviar a sus hijos a la escuela y ayudarles a hacer sus deberes (UNESCO, 2006), fortaleciendo el ámbito educativo, y así interrumpir la transmisión intergeneracional del analfabetismo.

En el caso de México, el primer censo nacional realizado en 1895 reveló una población superior a los 12 millones de habitantes, de los cuales 75.3% se encontraba en condición de analfabetismo; es decir, más de 9.5 millones de mexicanos. En 1900, con el segundo censo, se detectaron 6.8 millones de analfabetas, en una población de 13.6 millones.

En pleno siglo XXI, el analfabetismo se localiza principalmente en zonas rurales de mediana, alta y muy alta marginación, así como en zonas en situación de pobreza urbana, y al igual que en los censos de 1895, 1900 y 1910, los grupos de alta vulnerabilidad social y económica son indígenas, mujeres y personas de edad media y avanzada. Es decir, en nuestro país la población analfabeta se reproduce en los mismos contextos de marginación social y económica que hace 100 años.

Cabe destacar que el analfabetismo, al hacerse significativo en grupos de alta vulnerabilidad, mantiene sesgos de marginación social en razón de orígenes étnicos y de ingreso económico que, a pesar de las instituciones y programas federales, condiciona el acceso a la oferta educativa del país.

El censo poblacional de 2010 muestra que en México, de una población total de 112.3 millones de habitantes, 5.4 millones son analfabetas; de ellos, 1.4 millones son indígenas que se encuentran, además, en situación de marginación y pobreza extrema.