Perfiles y factores determinantes

Alrededor del mundo, el analfabetismo coincide con la pobreza. Los países más pobres, o con la peor distribución de la riqueza y del ingreso tienen las tasas más altas de analfabetismo (UNESCO, 2008; Torres, 2008).

A su vez, la Encuesta de Educación para Adultos y Formación indica que la tendencia mundial es que quienes han adquirido mayor nivel educativo, tienden a continuar sus estudios, y quienes no saben leer ni escribir encuentran limitaciones en su desarrollo personal y económico.

El origen de la pobreza está vinculado con una compleja multiplicidad de factores que, de manera general, dan cuenta de una inequidad social deplorable.

De igual forma, en México el analfabetismo afecta principalmente a grupos vulnerables, desde los niños que no son atendidos en los sistemas de educación básica y que formarán parte de las estadísticas de analfabetismo, hasta los jóvenes adultos de 15 años o más que no recibieron nunca instrucción formal o la abandonaron; lo anterior tiene una incidencia mayor en mujeres, grupos indígenas y población con discapacidad.

Uno de los principales problemas es la enorme cantidad de población en condiciones de pobreza y pobreza extrema, ubicada mayormente en municipios rurales y comunidades indígenas, con población dispersa y también en localidades de amplias zonas semirrurales y urbano-marginadas. Esta situación es propicia para la creación de un patrón que se repite infinitamente, es decir, las personas son analfabetas y esto les resta posibilidades para superar las condiciones de marginación y pobreza en las que se encuentran y es, a su vez, por estas causas que no logran consolidar sus estudios.

Además, se ha demostrado que los padres analfabetos tienden a tener menores expectativas y aspiraciones educacionales para sí mismos y para sus hijos. En las familias de escasos recursos es frecuente que se privilegie el trabajo antes que la educación.

Otro aspecto imprescindible a tomar en cuenta para combatir esta problemática, es la profesionalización de los educadores de personas jóvenes y adultas (Schmelkes, 2008), ya que la formación que reciben es escasa y en ocasiones no responde a las necesidades que se suscitan en un proceso de aprendizaje de este tipo. De manera general, se asume que cualquier persona que sepa leer y escribir puede enseñar a otra a hacerlo; sin embargo, este supuesto deja de lado la complejidad que esta tarea entraña. Por ello, la profesionalización y formación continua dentro de la educación para adultos contribuirá a la mejora de la calidad de sus resultados.

En nuestro país la educación básica para adultos está asociada fundamentalmente a un esquema compensatorio remedial, que busca integrar a quienes en su más temprana edad y por diversas razones no fueron incorporados a un sistema educativo formal. Desde esta postura, las estrategias para combatir el analfabetismo no contemplan la erradicación de las causas que lo reproducen, sólo cubren la parte más superficial.

Esta situación es inadmisible, porque sin educación no se superaron las graves condiciones de rezago, marginación e inseguridad por las que atraviesa el país, pues el ejercicio de la ciudadanía, la paz y la no violencia se construyen fundamentalmente a través de ésta. Actualmente, los esfuerzos para impulsar el desarrollo de localidades marginadas por parte de los estados nacionales son todavía insuficientes.