Introducción

En el informe “Estudios económicos de la OCDE México” (OCDE, 2011a), se menciona que nuestro país se encuentra en un proceso de recuperación económica y con una creciente participación en el mercado internacional; sin embargo, quedan tareas pendientes por resolver para aumentar su productividad y competitividad. Por ello, y con el objeto de aumentar la base tributaria, dicho informe propone disminuir el ámbito del sector informal señalando, entre varias medidas, mejorar la educación. Además, se afirma que la débil competencia en diversos sectores de la economía, acompañada por las deficiencias en la educación, es un freno para aumentar la productividad.

Por su parte, según las cifras presentadas en el reporte “Proyecciones de la Población de México 2005-2050” (Consejo Nacional de Población, 2006), 66% de la población de México se encuentra en edad de trabajar; es decir, está situada entre los 16 y los 64 años de edad y la tendencia hace evidente que este porcentaje se incrementará hasta el año 2020, con lo cual llegará a 68.7% y empezará a decrecer a partir del año 2030 (67.4%).

De acuerdo con la UNESCO (2005: 80)

En las sociedades del conocimiento el aprendizaje será continuo; ahora bien, en todas las regiones del mundo hay muchos adultos que nunca han tenido acceso a la educación básica y tienen que encontrar el lugar donde adquirir esos conocimientos vitales. A este respecto conviene señalar que el desarrollo de la educación de los adultos no se logra por decreto y exige cambios de mentalidad muy profundos, sobre todo en la relación con el aprendizaje que a menudo se sigue asimilando a la infancia y la minoría de edad. En general, esto no se concretará en los hechos a no ser que se cumplan determinadas condiciones. La generalización de la adquisición de los rudimentos de las tecnologías digitales sólo será posible si se forma a personal competente y se universaliza la utilización de las tic en los centros docentes. Esto exige inversiones financieras considerables, que suponen una firme voluntad en el plano político y decisiones audaces a la hora de efectuar las asignaciones presupuestarias.

La OCDE (2011b) señala también una gran desventaja de México respecto a otros países, en relación con el porcentaje de la población con estudios de nivel secundario y terciario, de acuerdo con el cuadro 1 que se muestra a continuación.

Estos números revelan que México se encuentra muy por debajo del promedio de los países que integran la OCDE, incluso de países con características similares a las nuestras, como puede ser Chile.

El nivel educativo en México se refleja en los bajos índices de productividad y redunda en la disminución de oportunidades para obtener un trabajo digno de un gran porcentaje de la población (IMD, 2012). Las sociedades y economías más desarrolladas se basan en el conocimiento y lo consideran como su ventaja competitiva, apuestan a la investigación científica, a la innovación y a la transferencia de tecnología. La importancia que se le ha asignado al conocimiento ha ampliado las brechas entre los países que tradicionalmente generan y aplican conocimiento (innovación) respecto de aquellos donde esta actividad no es alentada o, incluso, ha disminuido, como es el caso de países en vías de desarrollo.

La participación de los individuos en la conformación de esta sociedad y economía del conocimiento está condicionada a muy diversos factores; entre ellos, a su nivel de conocimientos, habilidades y actitudes. Así, cada vez son más acotadas las oportunidades de inserción en el mercado laboral —y de obtener un empleo digno— de quienes no cuentan con una sólida formación. Más aún, paulatinamente se ha formalizado la necesidad de incorporar nuevos conocimientos y competencias que permitan destacar en una economía cuyo principal reto es la constante innovación; es decir, la actualización permanente del conocimiento de las personas, vista como un nuevo esquema educativo durante toda la vida, se vuelve cada vez más imprescindible.


Cuadro 1. Porcentaje de población con estudios secundarios y terciarios

Fuente: OCDE (2011b).