Educación de adultos y educación permanente

La educación de adultos es una área en la que confluyen los ámbitos pedagógico y social que se vincula directamente con los entornos socioeconómico y político (Martínez de Goñi, 2006) y debe llevarse a cabo en el marco de un proceso de educación permanente que abarque todas las ramas del saber y todos los conocimientos. Originalmente el término “educación de adultos” fue asociado únicamente a los programas de alfabetización. En 1976, la UNESCO amplió el concepto y la definió como

[…] los procesos organizados de educación, sea cual sea el contenido, el nivel o el método, sean formales o no formales, ya sea que prolonguen o reemplacen la educación inicial dispensada en las escuelas y universidades, y en forma de aprendizaje profesional, gracias a las cuales las personas consideradas como adultos por la sociedad a la que pertenecen, desarrollan sus aptitudes, enriquecen sus conocimientos, mejoran sus competencias técnicas o profesionales o les dan una nueva orientación, y hacen evolucionar sus actitudes o su comportamiento en la doble perspectiva de un enriquecimiento integral del hombre y una participación en un desarrollo socioeconómico y cultural equilibrado e independiente (UNESCO, 1976).

Esta nueva conceptualización de la educación de adultos permitió que se le considerara como un factor en la promoción profesional y social de los individuos; pero además, según la UNESCO (2010), como “un factor indispensable para el logro de la equidad y la inclusión, para mitigar la pobreza y para construir sociedades equitativas, tolerantes, sostenibles y basadas en el conocimiento”.

Aun cuando el término educación permanente se originó en el marco de la educación de adultos para indicar que ésta debe ser a lo largo de toda la vida de una persona, el concepto ha evolucionado para dar la idea de que el ser humano se educa permanentemente a lo largo de toda su vida y de que esta educación no tiene por qué llevarse a cabo en un tiempo y un lugar precisos.1 Este nuevo planteamiento conduce a un cambio de paradigma en el sistema educativo, donde se reconoce que la educación en cualquier nivel educativo no termina ni se limita a una escuela. En este contexto, la educación permanente (o sus similares), pasa a ser un marco de referencia donde está comprendida la educación escolar, la educación superior, la educación para el trabajo y, desde luego, la educación de los adultos.

Por su parte, el concepto de educación permanente para todos tiene su mayor reconocimiento en la Conferencia Mundial de Educación para Todos, celebrada en Jomtien (UNESCO, 1990), en donde se analizan las necesidades educativas de jóvenes y adultos; es decir: educación a lo largo de toda la vida. Entre ambos conceptos no existen diferencias sustanciales.

La implementación de programas para la educación de los adultos es imprescindible para poder hablar de educación universal. La universalización de la educación no sólo es geográfica; abarca a los adultos en general y también, de manera muy significativa, a los adultos en los medios rurales.

Se debe procurar la integración productiva y cultural de la sociedad, la educación de este grupo debe contribuir a la formación de una ciudadanía capaz de enfrentar de manera crítica los retos económicos, sociales, políticos y culturales del mundo globalizado en el que vivimos. La educación que se brinde a los adultos deberá darles oportunidades de progreso y movilidad social.



1 El término fue usado por primera vez durante la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1960.