La necesidad de un nuevo modelo para el desarrollo nacional

México vive estancado desde hace varios lustros, ni avanza en lo económico ni resuelve su problemática social. Por ello, no hay duda, México requiere un cambio de rumbo. México necesita un viraje sustantivo en el camino por el que se le ha conducido durante las últimas décadas.

Es hora de reconocer que nuestros grandes problemas nacionales, los actuales y los históricos, no tienen solución si seguimos por el mismo camino, si no se realizan reformas de fondo, si no se diseñan políticas alternativas, si no se imagina y realiza un nuevo proyecto para el desarrollo nacional.

Es hora de tenernos confianza, de soñar y de pensar en grande para perfilar a la nación en contextos mundiales nuevos y más competitivos. De pensar con grandeza para arrojar los lastres que nos frenan y para anticipar los nuevos desafíos.

Nuestros grandes rezagos, nuestros lacerantes contrastes y nuestras profundas desigualdades económicas y sociales no tendrán solución si no adoptamos nuevos enfoques y perspectivas que rompan con las inercias que nos frenan.

No es empecinándonos en caminos sin futuro como lograremos proyectar al país en el horizonte de los cambios que el mundo entero está viviendo. Menos aún para enfrentar los desafíos que ya nos están rebasando, como los retos alimentarios, los problemas energéticos que pronto pueden ser críticos, las nuevas y costosas patologías que acompañan al proceso de envejecimiento poblacional, los problemas derivados de las aglomeraciones urbanas, el continuo deterioro del medio ambiente, el gran problema del abastecimiento de agua, el crecimiento de las adicciones entre nuestros jóvenes, los retos al Estado por parte de grupos delictivos, entre otros temas.

Es hora de admitir que desde hace varias décadas México no avanza. Algo tenemos que hacer para dejar de transitar por caminos que no conducen a un sitio mejor. Algo tenemos que hacer para replantear los esquemas que nos impiden dar el gran salto del México económicamente estancado y socialmente desigual a uno más productivo y competitivo en el plano mundial, pero con solidaridad y justicia social.

Es hora de reconocer que el modelo económico que hemos seguido no ha funcionado y que se requiere cambiarlo. La prioridad no puede seguir siendo el mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos. El control de las variables macroeconómicas y el déficit público no pueden ser más importantes que el bienestar colectivo y que el propio crecimiento de la economía. No pueden importar más los equilibrios fiscales que los desequilibrios sociales.

Tenemos que volver a crecer de manera suficiente, porque el crecimiento económico es una condición necesaria para mejorar los niveles de vida del pueblo mexicano. El fin último de una economía sana no puede ser otro que mejorar los niveles de vida generales. La agenda de México para el resto del siglo XXI debe partir de este reconocimiento.

Los nuevos cursos de desarrollo deben poner en el centro de su eje el crecimiento económico con desarrollo social. Tenemos que reconocer que ningún proyecto económico vale la pena si no sirve para mejorar las condiciones de vida de la gente y el actual no lo está haciendo. No hay, entonces, por qué aferrarse a él.

Requerimos nuevos diseños para impulsar un verdadero desarrollo económico, pero también para reforzar las instituciones sociales, para avanzar en la democracia, para fortalecer el federalismo y el equilibrio de los poderes y para la construcción de un verdadero Estado de derecho donde la ley establezca su imperio pero, sobre todo, requerimos revalorar el papel de la política social.

México tiene que romper las inercias que impiden un desarrollo más acelerado. O cambiamos o permaneceremos a la zaga. Requerimos variar el rumbo. Para ello es necesario fomentar una cualidad esencial, tanto entre los individuos como en la sociedad misma: la creatividad. Necesitamos creatividad para aportar soluciones novedosas y más eficaces a los graves problemas que padece el país, para salirnos de dogmas y recetas económicas que hemos estado aplicando empecinadamente durante varias décadas y que no han dado los resultados esperados.

Necesitamos reencontrar el camino hacia el desarrollo, la seguridad y la igualdad. Es hora de aceptar que la búsqueda de la igualdad no es un obstáculo para el avance económico. Requerimos reformular nuestras estrategias nacionales de desarrollo económico, social, científico y cultural, para insertarnos competitivamente en el mundo de hoy, para lograr una real igualdad de derechos, oportunidades y mejores niveles de bienestar.

En el centro de este nuevo modelo de desarrollo económico deberá estar la educación. Sólo la educación para todos, con la mayor cobertura y calidad, podrá transformar de fondo a nuestra sociedad.