Escuelas normales

Las dos décadas transcurridas desde la incorporación de las escuelas normales a la educación superior han evidenciado tensiones, expresadas de muy diversas formas, que abonan a favor de un sentimiento de desplazamiento ante descalificaciones que enfatizan sus debilidades académicas institucionales, que desalientan en lugar de entusiasmar la necesidad de cambio.

Es importante reconocer el esfuerzo realizado por algunas escuelas normales, durante este tiempo, para alcanzar a cubrir las condiciones de desarrollo de otras instituciones de educación superior. Sin embargo, es necesario que se respete su identidad histórica para que puedan desarrollar modelos institucionales propios, mucho más vinculados con sus aspiraciones locales y regionales, así como sus compromisos futuros.

A pesar de las políticas para el sector normalista y del programa de fortalecimiento de la educación normal, el sistema no ha avanzado en el despliegue de las funciones que tiene asignadas como institución de educación superior, particularmente en materia de investigación. Esta situación se puede comprender debido a la carencia de formación del personal académico para desarrollar estas actividades.

Actualmente, es necesario reconocer que las escuelas normales necesitan transitar hacia un nuevo modelo formativo; hacia la redefinición de lo que significa la educación superior y de la responsabilidad social que tienen en materia de formación de profesores. Es importante que las escuelas normales se vinculen con el sector universitario y la Universidad Pedagógica Nacional, cuyo origen estaba dirigido hacia la profesionalización de los profesores, aludiendo a esta última.

Además, la formación normalista ha venido fragmentándose, al crear diferentes licenciaturas para atender la educación básica, lo cual limita la visión, conceptualización y saberes propios de los maestros que se desempeñan en este tipo educativo.

Otro tópico relevante refiere a la comunidad de la escuela normal como una estructura cerrada en sí misma, que se resiste a interactuar con profesionales provenientes del mismo campo o de ámbitos cercanos. Esta situación limita la posibilidad de abrirse, dialogar y enriquecer a toda la comunidad académica con base en debates y trabajo colaborativo. Nos referimos puntualmente al sector universitario, para quien es prácticamente imposible su inclusión en el sector normalista.

Con base en lo señalado se propone:

  Sensibilizar el sistema normalista para que se acerque a las universidades y pueda reconocer y valorar el trabajo que ahí se despliega en materia de educación y las aportaciones que de ellas emanan. Impulsar la movilidad académica de profesores y alumnos de las escuelas normales hacia facultades universitarias.

   Las plantas académicas de las escuelas normales sólo podrán incursionar en la investigación educativa en la medida en que se incorporen en equipos de investigación ya consolidados, usualmente establecidos en las universidades. Para ello deberá promoverse el establecimiento de convenios, redes y proyectos colaborativos, con financiamiento suficiente.

   La redefinición de un proyecto formativo se vincula con la capacidad para recrear la pluralidad de pensamientos, ideologías, teorías y de la crítica como elemento definitorio de la educación superior. Sin este componente no es posible construir un nuevo proyecto de formación acorde con las necesidades sociales que el país requiere.

  Establecer lineamientos generales de formación a los que deben atender estas instituciones: formación disciplinar, formación pedagógica, uso de las TIC y manejo de una segunda lengua (inglés, lenguas originarias u otras), y papel de la práctica en la formación de docentes.

   Proveer de mayores recursos financieros al programa de fortalecimiento de las escuelas normales, dando especial atención a las normales rurales y reconociendo sus características.

Los docentes de la educación normal

En los últimos 40 años la política educativa mexicana ha desatendido las condiciones del trabajo docente y al docente mismo. En el caso de la educación básica, la mediación entre política y docente la han realizado el sindicato y los organismos internacionales. Esto ha derivado en un deterioro importante de la identidad del maestro y en una devaluación de su imagen social. El descuido y la desatención a la formación inicial de profesores, particularmente la marginación de las escuelas normales, ha provocado que en la actualidad aspiren a la docencia sujetos con menor capital social y cultural. La carrera de maestro dejó de ser una aspiración atractiva en la sociedad mexicana, cuando en realidad debería considerarse como una profesión que requiere vocación, apasionamiento y empeño por sus implicaciones en la vida de los estudiantes y de la sociedad en general.

Resulta necesario:

  Establecer procedimientos claros y abiertos para el ingreso, igual que para la promoción y la permanencia, que aseguren que los nuevos candidatos provenientes de diferentes campos académicos e instituciones vengan a enriquecer la planta académica.

   Revisar las diferentes opciones de licenciatura con las que se forman los maestros de educación básica, para tomar decisiones respecto a la pertinencia de mantenerlas como especializaciones (licenciatura en educación preescolar, licenciatura en educación primaria, primaria indígena, en secundaria, etc.) o bien, plantear una licenciatura en educación básica en la que se adopte una visión integral de todo este tipo educativo.