Condición de empleo de los adultos y escolaridad

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) recomienda aumentar la inversión en educación y capacitación, y vincular estrechamente esas inversiones con estrategias y programas de crecimiento de la economía y el empleo. Por lo anterior, para que la formación permanente sea una realidad, resulta indispensable hacer reformas en los sistemas de educación y capacitación profesional y diseñar esquemas que faciliten la transición escuela-empleo; es decir, integrar la educación con el aprendizaje en el lugar de trabajo.

Los sistemas de formación tienen que ser, por ende, más flexibles y responder rápidamente a los requerimientos de capacidades técnicas. De ahí que las reformas también tengan que enfocarse a las formas en las que puede facilitarse el acceso a cualquier tipo de aprendizaje y no sólo al que persigue fines de capacitación en categorías ocupacionales específicas.

De acuerdo con los “Objetivos de Desarrollo del Milenio” (ONU, 2000), una de las metas es lograr el empleo pleno y el trabajo decente para todos. Para ello es necesario crear estrategias que combinen políticas macroeconómicas de apoyo con transiciones consolidadas de la escuela al trabajo, además de poner en marcha apoyos bien estructurados para los desempleados o para quienes estén en peligro de caer en la exclusión social. Esto es factible: países como Alemania y Brasil reportan ya resultados positivos en este rubro.

Aun antes de la situación económica que provocó la crisis a principios de esta década, la mayoría de las sociedades de los países tenían una gran insatisfacción en cuanto al empleo juvenil. Como consecuencia, esta crisis debió ser percibida como una oportunidad para resolver problemas añejos de empleo juvenil y también para desarrollar estrategias que tomaran en cuenta todas las dimensiones del trabajo digno, no sólo su representación cuantitativa en indicadores macroeconómicos. Por lo anterior, es conveniente explorar la posibilidad de crear empresas-escuela que permitan a los jóvenes incorporarse al ambiente laboral mientras aprenden un oficio o profesión.


Gráfica 1. Tasas de participación económica por sexo y edad 1950-2010

Fuente: B. García y E. Pacheco (2011).


Los interlocutores sociales deben convertirse en actores fundamentales al abordar los desafíos que enfrentan los jóvenes y crear un ambiente sustentable donde ellos puedan aprovechar su potencial y el desarrollo a largo plazo para el bienestar individual y el de la sociedad en su conjunto.

El papel de las instituciones educativas

El contexto social de ahora ejerce una gran presión para la actualización y formación permanente de todos los ciudadanos. La noción de “educación a lo largo de la vida” ya representa un camino importante para el desarrollo del individuo y de la sociedad, además de ser un medio para garantizar el aprovechamiento del conocimiento. Una consecuencia de esta situación es la desaparición paulatina del concepto edad escolar, para abrazar la idea de una formación a lo largo de toda la vida.

La Comunidad Europea (2012) incluye en su reporte los siguientes objetivos, como parte importante en la educación a lo largo de la vida:

  Reforzar la contribución del aprendizaje permanente a la cohesión social, la ciudadanía activa, el diálogo intercultural, la igualdad de género y la realización personal.

  Fomentar la creatividad, la competitividad, la empleabilidad y el aumento del espíritu empresarial.

 Contribuir a una mayor participación en el aprendizaje permanente de personas de todas las edades, incluso aquellas con necesidades especiales o procedentes de grupos desfavorecidos, independientemente de su origen socioeconómico.

  Impulsar y reforzar el papel del aprendizaje permanente en la identidad nacional; basado en el conocimiento y el respeto de los derechos humanos y la democracia, así como en la tolerancia y el respeto por los pueblos y las culturas.

Como respuesta a ello, las instituciones de educación superior deben diseñar estrategias que les permitan, a partir de las áreas del conocimiento que cultiven, desarrollar una oferta pertinente, flexible, dinámica y, por supuesto, de calidad. Aunado a esto, se debe buscar el tipo de educación que promueva la certificación permanente de todas las profesiones y oficios (competencias laborales) para asegurar la pertinencia, relevancia y actualidad de los conocimientos y habilidades que se transmitan, al tiempo que se valoren estrategias para contribuir a la inserción y permanencia de los adultos en el mercado laboral.